20/4/07

Mi vida en la selva


Hoy quiero contaros un episodio secreto de mi infancia. Nadie lo conoce hasta ahora.
Yo nací en una tribu perdida en el sexto pino en el amazonas. Mi padre era el jefe de la tribu y mi madre trabajaba de funcionaria (era una tribu, sí, pero había mucha burocracia).
Mi padre era un cachondo. Me puso de nombre “Ojo de Lince”. Mandan huevos que me pusiera ese nombre cuando yo era el único de la tribu que llevaba gafas. Pero bueno, mi padre era así y no le guardo rencor. Claro que peor fue lo de mi hermana, que a la pobre el día que nació le picó una avispa en un labio y mi padre le puso “Carmen de Mairena”.
Tengo que reconocer que mi padre siempre me miró de un modo raro. Como sospechando. No acababa de entender como yo podía ser el único niño blanco de la tribu, y el hecho de que naciera 9 meses después de que pasaran por la tribu los de "Al filo de lo imposible" le tenía un poco mosca. Mi madre le decía que eso eran tonterías que le ponían en la cabeza sus amigos en el bar...

La verdad es que vivíamos bien. Allí no hay escuela ni nada. Bueno, antes si que había, pero desde que entró en vigor la "ESTA" (Educación Secundaria de Tribus Amazónicas), ya no iba nadie a clase, total podías pasar de curso con aprobar solo el 10% de las asignaturas... Así que los críos en vez de ir al colegio, nos pasábamos todo el día en pelotas por la selva cazando ranas y empreñando con los monos.
Ahh. Aquello era felicidad.
De vez en cuando se dejaba caer algún explorador de estos con el sombrero de explorador, bigotes y pantalón corto. Los críos hacíamos como que flipábamos con la cámara digital y cuando nos la dejaba un momento le quitábamos la tarjeta XD para revenderla en el mercadillo del sábado. Eso era vida. Por cierto, recuerdo que mi madre siempre se iba selva adentro con los exploradores a enseñarles no se qué cueva, y debía de gustarles mucho, porque cuando se iban siempre le hacían muchos regalos...
Además, como mi familia estaba bien situada, no me faltaba de nada. Me daban todos los caprichos. En la ropa, por ejemplo, siempre iba a la última. Mientras los otros niños llevaban taparrabos de tigre de otras temporadas, yo ya llebaba el de "puma".

Perdí la virginidad a los doce años con la hija del hechicero. Ya sé, ya sé que no es la edad más adecuada, pero es que ella no quiso antes. Era un poco inmadura, qué le vamos a hacer, pero yo la quería.
Aaaay ¡Qué tiempos!

Sin embargo, un buen día, todo cambió de repente. Mi padre se me llevó a la selva con una lanza. Me miró muy serio y me dijo:

- Hijo mío. Hoy cumples doscientas lunas. Hoy me demostrarás que eres un hombre.
- Pero si solo tengo doce años. Soy un crío.
- Crío, crío, pero para cepillarte a la hija del hechicero en la chopera cuando el sol se esconde no eres tan crío, eh?
- Tomamos precauciones – le dije yo – nos ponemos aután.
- Basta ya. Toma esta lanza y no vuelvas sin un león como trofeo.

Y se fué.
Me quedé pensativo. ¡Un león!
Por allí no había concesionarios de la SEAT, así que a lo que se refería mi padre era a un león-león de verdad.
¿Pero que manera era esa de demostrar que eres un hombre?. Claro que en una tribu seguramente no hay otra forma. Porqué aquí en España es fácil. Bastaría con una prueba teórica tipo test sobre fútbol o formula uno, y una práctica, por ejemplo beberse diez cervezas en una hora, pero claro, estas cosas allí no se estilan mucho. Allí para demostrar que eres un hombre hay que matar leones. Monos y ardillas, que hay a patadas, no, tiene que ser un león!!.

Por supuesto en la tribu aún me siguen esperando.
Seguramente mi padre aún se estará acordando de mí. Pero no por haber perdido un hijo, que tiene quince más, sino porque me dejó la lanza nueva de bambú que le habíamos regalado el día del padre. Por cierto, ese día si que es un chollo para los padres cuando se vive en una tribu. Estás todo el día abriendo regalos, pero esto ya es otro tema…

4 comentarios:

Musa Sosa dijo...

A lo peor tu padre quería que te independizaras...
Vuelve a tu tribu con un Seat León y fijo que eres el rey de la selva. Y la hija del hechicero dirá: "Papi, me muero por sus huesitos". Y ale, a la cazuela con el esquirol hereje.

Browner dijo...

Ni hablar, empanadilla, allí ya no vuelvo. Las cosas ahora se ven de otra manera, y eso de los mosquitos, ponernos huesos en la nariz y comer escarabajos hace gracia cuando eres crío, pero ahora…
A la chavala del hechicero si que la hecho de menos, bueno, no se si a ella o a las hierbas que le birlaba a su padre…

Anónimo dijo...

Jo que risas, majo!
Anda qué tú si qué.
Gracias por alegrarnos el comienzo del finde.

Browner dijo...

Animons, gracias a tí por la idea..