
Curioso mundillo el de los cursillos (¡si es que soy un poeta!). Tras varios cursos infumables y otros tantos arrepentimientos por haberme apuntado, y para que no caigáis en la misma trampa, dejarme que os cuente una serie de pautas que se dan siempre en cualquier cursillo y que conviene tener en cuenta:
A los dos minutos el profesor/a muy original el/ella dice la frase:
- Bueno, soy Tal y para que el curso se nos haga más ameno, lo mejor es que nos vayamos conociendo, así que me gustaría que a continuación todos y cada uno de vosotros:
1- Os presentéis
2- Contéis a los demás donde trabajáis
3- Me expliquéis los motivos por los que os interesa este cursillo
4- Cojáis los látigos que hay en el rincón de la sala y os flageléis la espalda durante diez minutos.
Bueno, el punto 4 no lo suelen decir, pero vamos, no estaría de más para rematar la tortura.
Claro que hay gente que tiene la suerte de no tener que pasar por los tres primeros puntos, por ejemplo mi primo Manolo, que es un impresentable (exento del punto 1), está en el paro (exento del punto 2), y se la pela cualquier tipo de curso (exención del punto 3).
En fin, que cuando ya has pasado por el trago de las presentaciones, tardas exactamente diez minutos y quince segundos en hacerte a ti mismo un pregunta:
¿pero que coño pinto yo en este curso?
A los dos minutos el profesor/a muy original el/ella dice la frase:
- Bueno, soy Tal y para que el curso se nos haga más ameno, lo mejor es que nos vayamos conociendo, así que me gustaría que a continuación todos y cada uno de vosotros:
1- Os presentéis
2- Contéis a los demás donde trabajáis
3- Me expliquéis los motivos por los que os interesa este cursillo
4- Cojáis los látigos que hay en el rincón de la sala y os flageléis la espalda durante diez minutos.
Bueno, el punto 4 no lo suelen decir, pero vamos, no estaría de más para rematar la tortura.
Claro que hay gente que tiene la suerte de no tener que pasar por los tres primeros puntos, por ejemplo mi primo Manolo, que es un impresentable (exento del punto 1), está en el paro (exento del punto 2), y se la pela cualquier tipo de curso (exención del punto 3).
En fin, que cuando ya has pasado por el trago de las presentaciones, tardas exactamente diez minutos y quince segundos en hacerte a ti mismo un pregunta:
¿pero que coño pinto yo en este curso?
Y es que o el profesor es un muermo, o ya sabes lo que está contando, o te das cuenta de que aunque te pongas a estudiar 5 años en Harward no alcanzarás el nivel necesario para entenderlo.
Entonces pasas a la fase de hacer esquemas, o sea empiezas a pintar la típica telaraña en una esquina de la hoja, después te pones a hacer polígonos, sigues por unas firmas y acabas por apuntar la lista de la compra. Justo cuando vas por “comprar yogures”, a las dos horas, el profesor da el descanso.
Dice aquello de “en diez minutos aquí, eh, que si no nos va a dar tiempo”
Y tu piensas:
“Tiempo de qué, cabrón, ¿de licuarnos el cerebro?, ¿de coger una depresión?”
Así que sales pensando en que antes de media hora no te van a ver el pelo. Piensas que lo peor ya ha pasado, pero no, lo peor está por llegar, por que pasas a la fase denominada:
“El corrillo de la risa mje mje”
Y es que de repente te encuentras en medio de seis desconocidos, con un cortado imbebible en la mano, y sin saber qué decir. Eso sí, en cuanto alguien dice algo, lo que sea, todos a soltar la risilla, que transcrita sería algo como “mje, mje”.
Yo creo que el cerebro ya está preparado y le dice a la boca:
- “mira, boca, estamos en el corrillo de un curso, así que no esperes a entender lo que está diciendo ese tío: en cuanto termine de hablar, tu dí “mje mje”, y luego añade: “si que es verdad, si”.
Y lo cierto es que es así, está científicamente demostrado que usando solo esas dos expresiones superas el descanso sin problemas.
Y así van pasando las horas, mientras vas entrando en un estado de aplatanamiento general (denominado en inglés “general abananament”), mirando el reloj cada diez minutos y no viendo otra cosa que la hora de salir de allí. Piensas que ya está, que solo quedan cinco minutos, cuatro, tres… y entonces ocurre: el verdugo, perdón el torturador de las S.S., quiero decir el profesor va y dice:
-Bueno, con esto hemos terminado, ¿hay alguna pregunta?
-Se produce un silencio sepulcral. Todos empiezan a recoger, ¿todos? No, claro, está el típico listillo tocahuevos, el que se ha pegado toda el día preguntando chorradas, que va y le dice que no está de acuerdo con la última parte. Que si la puede repetir y hacerle una demostración.
Así que, cuando por fín, con veinte minutos de retraso, sales a la calle, ya tienes muy claro que no te vuelves a apuntar a un cursillo si no es a punta de pistola.
Aunque claro, de los errores se aprende, así que mientras vas de camino a casa, siempre acabas sacando otras dos conclusiones:
1ª, que al día siguiente, en cuanto llegues a la oficina, le vas a recomendar esta “maravilla” de curso al compañero que peor te caiga, para que se joda también.
2ª, que Mónica, la que te recomendó el curso, a lo mejor no es tan amiga tuya como creías…